La decepción, la mentira y la traición pueden dejar marcas profundas. A menudo, nuestra mente y cuerpo reaccionan de manera protectora, levantando barreras para evitar más daño. Desde la perspectiva del trauma, estas experiencias activan el modo de supervivencia en nuestro sistema nervioso, llevándonos a un estado de hipervigilancia y alerta constante. Es como si nuestro cerebro dijera: “El mundo ya no es seguro, mejor me cierro para no volver a sufrir.”
Este mecanismo puede expresarse como sobrecontrol emocional, lo que nos lleva a cerrar la puerta al mundo exterior. Nos decimos que todas las personas son malas, vivimos en alerta constante y sin querer, sacrificamos nuestra capacidad de disfrutar y conectar genuinamente.
Esto no es algo que hacemos conscientemente; es una defensa automática frente al dolor. Nuestro cerebro, en un intento de protegernos, construye barreras rígidas. Comenzamos a creer que todas las personas son potencialmente dañinas y que la única forma de evitar más traición es desconectarnos.
Aunque estas estrategias nacen para protegernos, con el tiempo, nos aíslan. Limitan nuestra capacidad de disfrutar el presente, confiar en los demás y formar vínculos genuinos. Este es el impacto del trauma: nos mantiene atrapados en un ciclo de miedo y sobreprotección, incluso cuando el peligro ya no está.
Pero hay maneras prácticas de empezar a cambiar esto:
Aquí es donde entra en juego nuestro sistema nervioso autónomo, específicamente el sistema vagal ventral, la clave para sentirnos seguros mientras nos abrimos al mundo. Activarlo de forma adecuada mediante técnicas comprobadas en psicología puede ayudarnos a reconstruir esa confianza perdida, primero en nosotr@s y luego en el mundo, sin tener que ignorar la maldad, la mala intención y la falta de empatía de otros…
Pequeños pasos, como aprender a activar nuestro sistema de seguridad social, practicar la autoindagación para comprender nuestras emociones, y realizar ejercicios de atención plena, pueden ayudarnos a notar nuestras barreras y trabajar en ellas de manera segura y gradual. Estas herramientas no solo nos permiten sentirnos menos atrapad@s, sino que también abren la posibilidad de conectar con otros desde un lugar de equilibrio y fortaleza interior.
Quiero contarte cómo me di cuenta…
Hace unos años, transitando mi propio camino de recuperación, pude notar que me costaba horrores volver a abrirme a las personas. No confiar como tal, porque como tu, yo se que la confianza es algo que se gana con el tiempo, y tenemos todo el derecho a ser suspicaces con la gente que no conocemos aún. Sin embargo, yo me sentía cerrada, rígida y siempre a la defensiva, llegando a alejar a personas que no tenían nada que ver con mis heridas y que no habían hecho nada para que yo me sienta tan mal con ellos.
Alejé a narcisistas, psicópatas, mentirosos y depredadores, y si, me sentí muy orgullosa de que nadie pudiera lastimarme jamás. Pero tampoco nadie podía acercarse lo suficiente, o yo terminaba alejándome; no disfrutaba mi vida, cada vez había menos risas y todo mi mundo se redujo a estar alerta por un posible ataque, a ver malos en todo el mundo sin excepción y a “preferir” estar sola, no como soledad elegida, sino como aislamiento emocional.
En este camino, y gracias a que me mantuve siempre atenta en los avances en mi mundo profesional (soy psicóloga, para quienes no me conocen tanto) llegó a mi la Terapia Dialéctica Conductual Radicalmente Abierta (RO-DBT) desarrollada por Thomas Lynch que ofrece un enfoque único y efectivo justamente para todos esos problemas que yo misma estaba atravesando. Esta terapia, como otras que mi equipo y yo tomamos en cuenta para nuestra consulta, incluye el trabajo en grupo enfocado en las barreras emocionales relacionadas con el sobrecontrol de emociones y la desconfianza, especialmente en personas cuyas heridas provienen de relaciones pasadas.
El formato grupal no solo nos brinda habilidades prácticas para reabrirnos al mundo, sino que también permite experimentar la conexión en un espacio seguro, rodead@s de personas que comparten desafíos similares. Este entorno, guiado por profesionales capacitados, nos ayuda a construir nuevos circuitos cerebrales de confianza, tanto en nosotr@s mism@s como en los demás, mientras aprendemos a establecer límites saludables y mantener nuestra seguridad emocional.
Con el tiempo, este proceso no solo desmorona las barreras, sino que también sienta las bases para una vida más plena y conectada. Trabajar en grupo, acompañado de profesionales especializados, es una manera efectiva y comprobada de sanar las heridas de la desconfianza y empezar a construir un nuevo capítulo.
El camino no es sencillo, pero tampoco estás sol@. En Pulsión de Vida, nuestro equipo de especialistas trabaja con habilidades psicológicas comprobadas para superar la desconfianza, estableciendo límites claros y aprendiendo a conectarte de nuevo.
Abrirse al mundo puede parecer arriesgado, pero con el apoyo adecuado y un enfoque grupal, ¡es posible!
Escríbenos si necesitas trabajar en esto, ¡nos hemos preparado intensamente para poder ayudarte!