A veces la llamada al cambio no llega como una gran revelación, sino como una incomodidad persistente.
Después de una relación marcada por la manipulación emocional, es común que el vínculo haya terminado, pero que ciertas dudas sigan acompañándote como una sombra.
Te pasa, por ejemplo, que alguien te hace una crítica y sentís que se te desmorona el día. O que alguien se muestra distante y enseguida pensás que hiciste algo mal. No lo decís en voz alta, pero te cuestionás constantemente: “¿Estaré exagerando? ¿Tendría que haberme callado? ¿Por qué sigo sintiéndome tan insegura?”
Te encontrás pidiendo validación externa para decisiones simples, como si hubieras olvidado cómo confiar en tu intuición.
Y a veces, en medio de esa confusión, una situación cotidiana —una charla con una amiga que te dice algo que no te cierra, un nuevo vínculo que empieza a incomodarte— despierta una pregunta difícil pero honesta:
“¿Por qué sigo dudando de mí, si esa relación ya terminó?”
Esa es la llamada.
No llega para señalarte errores, sino para invitarte a volver a vos, a revisar con más compasión las formas en las que aprendiste a callarte, a adaptarte, a poner a otros por encima de vos.
Reconocer que algo te hizo daño no siempre trae alivio inmediato. A veces, abre una etapa aún más difícil: la de convivir con las secuelas invisibles.
Querés sentirte mejor, querés avanzar, pero hay algo adentro que tira para atrás. Aparece la duda: “¿Y si fui yo la que exageró? ¿Y si lo malinterpreté todo?”
Volvés mentalmente a esas discusiones que te dejaban confundida, a esos momentos donde querías poner un límite pero terminabas pidiendo perdón.
Te enojás con vos por haber permitido tanto. Y, a la vez, te da vergüenza seguir afectada por alguien que ya no está en tu vida.
Esa es una de las trampas más sutiles de este tipo de relaciones: cuando se instala la culpa incluso después del silencio.
Cuando te acostumbrás tanto a que te cuestionen, que empezás a cuestionarte sola.
Cuando internalizás una idea peligrosa: “Yo soy el problema”.
Y así, aunque quieras reconstruir tu autoestima, hay una parte de vos que no está del todo convencida de que lo merece.
Te encontrás atrapada entre dos voces internas: una que te quiere ver crecer, y otra que todavía tiene miedo de molestar, de equivocarse, de no ser suficiente.
Ese es el verdadero conflicto: no la historia con el otro, sino lo que esa historia te dejó creyendo sobre vos.
La revelación no siempre llega como una epifanía. A veces es una idea simple, que aparece en medio de una conversación, un libro o una noche de insomnio. Y dice algo así como:
“Ya no tengo que demostrar nada para valer.”
Ahí empieza a moverse algo.
Te das cuenta de que pasaste demasiado tiempo tratando de ser entendida por alguien que no quería entenderte. Que buscaste aprobación en un terreno donde siempre ibas a sentirte insuficiente. Y que si esperás a que alguien reconozca tu valor, es probable que sigas esperando.
La autoestima, en este punto, ya no se trata de repetir frases lindas frente al espejo. Se trata de reconocer que podés dejar de pelear por lugares donde tu dignidad siempre está en duda.
Empieza a instalarse una verdad más sólida: no tenés que tenerlo todo claro para volver a vos.
Podés empezar a reconstruirte sin necesitar permiso, ni cierre, ni disculpas ajenas.
Eso no significa negar lo que dolió. Significa que elegís dejar de entregarle tu energía a quien no supo cuidarla, y empezás a usarla para escucharte más fuerte que nunca.
El cambio empieza con un paso pequeño, que no necesita ser perfecto ni espectacular.
Hoy, podés elegir hacer algo distinto con una parte de vos que hasta ahora quedó en silencio.
Por ejemplo, puede ser apagar el celular sin revisar mensajes que te generan ansiedad. O simplemente decidir no responder esa llamada o mensaje que despierta recuerdos incómodos. O incluso darte permiso para decir “no sé” cuando te pregunten cómo te sentís, sin sentir que tenés que justificarte.
También puede ser mirarte al espejo y decirte, con sinceridad, algo que hace tiempo no escuchás:
“Estoy empezando a creer en mí.”
No importa si esa frase te suena extraña o falsa al principio. Lo importante es que la decidas, como un acto de amor propio que no espera resultados inmediatos, sino que va sembrando confianza.
Ese pequeño acto es un punto de inflexión: un mensaje claro para vos misma de que tu bienestar importa y que estás dispuesta a acompañarte, incluso cuando es difícil.
Cuando empezás a dar esos pequeños pasos hacia vos, algo cambia en tu energía. Ya no es la misma inseguridad que te paralizaba, ni la necesidad constante de validación externa.
Se abre un espacio nuevo: un lugar donde escuchás tu voz sin tanto ruido alrededor.
No se trata de tener una autoestima perfecta, sino de sentirte más presente en tu propia vida, con mayor claridad sobre lo que querés y merecés.
Es esa sensación tranquila de que, aunque el camino sea largo, estás caminando desde tu centro, con firmeza y compasión.
Poco a poco, te reencontrás con una versión de vos que quizás habías olvidado: la que sabe poner límites, la que se respeta, la que puede decir “basta” sin culpa.
Volvés a casa en vos misma. Y desde ahí, la vida empieza a tomar otra forma —más auténtica, más libre, más tuya.
La recuperación de tu autoestima no es un destino, sino un camino que elegís cada día.
Y en ese elegir reside todo tu poder.
La recuperación de tu autoestima no es un destino, sino un camino que elegís cada día.
Y en ese elegir reside todo tu poder.
Si querés acompañarte con una guía práctica y clara, te invito a leer mi ebook “3 pasos para superar una ruptura o un descarte: Comienza a sanar tu corazón roto”, donde comparto herramientas concretas para recuperar tu bienestar emocional y dar ese primer paso hacia una vida más libre y auténtica.
Este espacio fue pensado para vos, para que aprendas a sanar desde la compasión y la responsabilidad emocional.
Podés encontrarlo AQUÍ

Si te gustó el artículo, compártelo con tus amig@s
Gracias me haz ayudado muchisimo con tus videos y el Instagram. Vivi lo más horrible y no sabia ni explicar lo que me pasaba, pero fue bueno encontrarlos, cometí muchos errores por no saber a quien me enfrentaba casí muero literal…solo no sé porque Dios me iluminó.
Agradecida es poco.
No dejes nunca de Difundir información, mi admiración. Espero algún día verme así relajada hablando de esto no en youtube en la cotidianidad o sentirme seria la expresión como lo haces vos en tus videos, pero al dia de hoy sigo aún perturbada y viviendo cada situación por la campaña de difamación, aún me cuesta, pero vuelvo a ustedes a reever sus video no dejo de leerlo y sigo con mi cabeza en alto, ensayando para cuando de verdad mi alma deje x completo de sentir la verguenza y deje de sentir ese horrible sensación.
Hola Kelly! muchas gracias por tu mensaje! Entiendo los sentimientos que describes y créeme que todos/as hemos estado en esa etapa. Realmente sí se puede salir, más fuertes y empoderados, sobre todo sabiendo cómo movernos en la vida. Hay muchas cosas buenas que se aprenden en el proceso. Gracias por estar! Un abrazo enome!!